Puse en una balsa en mi mente todo el hambre posible y lo empujé con las pocas fuerzas rabiosas que te da la desesperación, necesitaba el hambre lejos de la playa para poder pensar. La imaginación es y será mi fuerte, es a lo único que podía apelar en esos instantes, así que empujé y empujé lo más lejos que pude a la balsa hasta que las olas comenzaron a hacer lo que yo haría con cualquier alimento; tragarlo a las profundidades. Mi corazón comenzaba a volver en ritmo, respirar ya me parecía normal, el hambre ya lejos de mi mente mis ojos podían empezar a enfocar el paisaje, miro mis manos, me faltan dos dedos de mi mano derecha, para mi sorpresa no hay temor en lo absoluto y parecen estar vendados precariamente y cicatrizando . Miro a lo lejos y otra balsa mucho más avanzada en mi imaginación navega. Instantáneamente recuerdo que allí deposité el miedo y todo lo referido a los dedos y lo eche a navegar. ¿Hace cuánto que no tengo dedos? ¿Porque tenía tanto hambre? ¿Qué hago e